Una multitudinaria Marcha del Orgullo LGTBIAQ+ recorrió las calles de Budapest desafiando la represión del gobierno ultraderechista. En un contexto de persecución estatal, censura y odio institucional, la movilización marca el camino a seguir. ¡El orgullo es lucha! Y esa lucha, para triunfar, necesita una salida revolucionaria y socialista.
Una marcha histórica, ni “repugnante” ni “vergonzosa”
Cada 28 de junio y durante días cercanos, las calles del mundo se llenan de colores, dignidad y resistencia en el marco de la Jornada Mundial del Orgullo LGTBIAQ+. Año tras año, las movilizaciones son cada vez más masivas y crecen en diferentes rincones del mundo. Este año las se sintieron con fuerza en países como Turquía, EE. UU., España y México.
Aunque en cada país la “Marcha del Orgullo” reivindicó lo derechos conquistados y reclamó por aquellos que aún faltan, en Hungría la jornada adquirió un carácter particularmente desafiante. La convocatoria de Budapest se transformó en una contundente respuesta popular frente a la política represiva del régimen de Orbán, quien desde hace años ha emprendido una ofensiva legal, mediática y cultural contra los derechos de la comunidad LGTBIAQ+, en alianza con sectores clericales, misóginos y ultranacionalistas.
Para Orbán fue una Marcha “ordenada desde Bruselas” que incluyó eventos “repugnantes y vergonzosos”. Para nosotras fue una marcha histórica porque alrededor de 200.000 personas desobedecieron las restricciones autoritarias, patriarcales, nacionalistas y reaccionarias del gobierno y del régimen húngaro.
A pesar de los intentos oficiales de sabotear la movilización – prohibiciones legales, amenazas policiales y una cobertura mediática parcial o manipulada – la multitud avanzó desafiando los obstáculos. El intento de impedir el paso por el puente de Erzsébet fue burlado por miles que, organizados y decididos, hicieron oír sus voces. El recorrido estuvo marcado por cánticos y consignas como “¡No tenemos miedo!”, que no solo expresaban la defensa del derecho a la identidad y la libre expresión sexual, sino también un rechazo abierto a la homofobia de Estado. La fuerte presencia policial y de pequeños grupos de extrema derecha fue notoria, pero no logró opacar el carácter combativo, valiente y multitudinario de la marcha.
Orbán y el régimen están en lo más alto del listado retrógrado
Viktor Orbán ha sido Primer Ministro de Hungría en dos periodos distintos: el primero desde 1998 a 2002 y el segundo comenzó en 2010, resultó reelecto en 2014, 2018 y 2022 y continúa en el poder hasta hoy.
Su cruzada reaccionaria se ha ido intensificando mediante leyes que equiparan el contenido educativo y cultural sobre diversidad sexual con “propaganda pedófila”, ha censurado materiales en escuelas y bibliotecas, y ha suprimido el reconocimiento legal a las personas trans. Todo esto bajo el pretexto de defender “valores tradicionales” y una supuesta “familia húngara”.
Esta ofensiva no es un hecho aislado: se enmarca en una estrategia más general de reforzamiento autoritario del Estado, con una lógica nacionalista, racista, patriarcal y anti obrera. Orbán se posiciona, así como un referente de la ultraderecha europea, estrechando lazos con personajes como Donald Trump, Santiago Abascal, Marine Le Pen y Giorgia Meloni. Comparten enemigos en común: los migrantes, el feminismo, la disidencia sexual y los derechos sociales. Frente a este panorama, la respuesta popular cobra un valor extra.
El mundo entero vive una agudización de la polarización social y política. En un polo, se expande la ultraderecha que adquiere representación política con discursos de odio y políticas represivas que avanzan sobre los derechos democráticos. En el otro, crecen las movilizaciones obreras, huelgas, levantamientos juveniles y acciones de masas como la reciente Marcha del Orgullo en Hungría; aún con la debilidad de no contar con una dirección revolucionaria al frente.
Hay que pararle la mano a la ultraderecha
Lo que sucede en Budapest no es un hecho aislado, sino parte de un fenómeno global que expresa la existencia de un revulsivo a la ultraderecha y la creciente voluntad de enfrentar el odio con organización, lucha y solidaridad activa.
La masiva participación en el Orgullo refleja que hay una porción significativa de la sociedad húngara que no acepta la política de odio oficial. Diversos colectivos, sindicatos, organizaciones estudiantiles y delegaciones internacionales expresaron su apoyo y se movilizaron frente al intento del régimen de imponer silencio y miedo.
Tenemos que profundizar la más amplia unidad de acción en las calles ¡Libertades democráticas plenas, abajo las legislaciones reaccionarias! Y proyectar la movilización con una perspectiva de lucha anticapitalista y socialista.
La mejor defensa de los derechos LGTBIAQ+ es unirlos a los reclamos del feminismo y del pueblo trabajador, porque no se conseguirán derechos democráticos y sociales plenos mientras persistan el patriarcado y el capitalismo. Es urgente, que el patriarcado y el capitalismo caigan juntos!
Por Flor Salgueiro