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Javier Mascherano disfruta sus días en la Selección con los pibes del Sub 20 y su propio hijo en las prácticas

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El Jefecito parece estar aprovechando la chance que se le dio de jugar el torneo: armó un equipo que va de menos a más y que ilusiona a todos.

A Javier Mascherano se lo percibe contento, sin tensión en sus músculos. Por eso se permite meterse en un rondo con los chicos de la Sub 20 y los provoca. También los aplaude. Va al piso fuerte para mostrarle a Matías Soulé y a sus compañeros que con la Selección hay que entrenar al máximo cada segundo. Se da un lujo, además: se mete a la cancha de entrenamientos de San Martín de San Juan con Bruno, su hijo de 6 años, y le patea algunos penales.

Sería pretencioso decir que existe un nuevo Mascherano, pero sin dudas tiene otro brillo en su mirada. Y es que pasó del fracaso en el Sudamericano de Colombia a este presente en el Mundial que lo encuentra repleto de expectativas y con confianza para apostar por nuevos esquemas tácticos. Sí, el destino le regaló una temprana revancha el Jefecito, que se prometió disfrutarla y aprovecharla.

En Cali, el 28 de enero de este año, Argentina cayó 1-0 ante Colombia y quedó eliminada del Sudamericano y sin chances de meterse en el Mundial que se iba a jugar en Indonesia. Una victoria y tres derrotas fue el saldo de ese doloroso torneo. «No creo que siga. No hay demasiado que pensar; no tengo demasiado para decir. Acá el que fallé soy yo y me tengo que hacer cargo. Lo mejor es ahora poder volver a Argentina y estar tranquilo. No es fácil que te den la oportunidad de dirigir a la Selección Argentina, pero he fallado y tengo que reconocerlo», declaró Mascherano minutos después del traspié.

Mascherano prueba variantes y trabaja pensando que el Mundial se va haciendo más exigente con el correr de los partidos. Foto: AP Photo/Natacha Pisarenko.

Mascherano prueba variantes y trabaja pensando que el Mundial se va haciendo más exigente con el correr de los partidos. Foto: AP Photo/Natacha Pisarenko.
Y se mantuvo firme en su postura el entrenador oriundo de San Lorenzo, Santa Fe. Pero los días pasaron y la posibilidad de que el Mundial se jugara en Argentina le encendió una ilusión. Hubo palabras de aliento del presidente Chiqui Tapia, de Lionel Scaloni y hasta de Lionel Messi. Aceptó el reto de seguir con la experiencia del Sudamericano en la mochila. Se puso firme para depurar la lista de convocados: la examinó a fondo. Y ya con los nuevos citados, muchos de ellos los denominados «Europibes», empezó a planificar el equipo, ya sin el 4-3-3 como esquema madre.

Trabajó con esmero Mascherano. La intención primaria fue ponerle una pausa al equipo y dejar el vértigo para los metros finales o para momentos puntuales. Y la mano del entrenador se evidenció en los tres partidos que Argentina jugó en la fase de grupos, en la que fue de menor a mayor.

En los primeros dos duelos, Masche optó por un 4-2-2-2, un dibujo complejo que requiere de trabajo y conceptos. A los dos volantes del eje, Perrone y Tanlongo, se le sumaron dos enganches en la línea siguiente, Soulé por izquierda y Carboni por derecha. Al extremo lo utilizó solo en el sector derecho con el indescifrable Brian Aguirre y Alejo Véliz fue la única referencia. ¿Por qué dejó tan libre la zona izquierda? Porque le dio metros a Valentín Barco para que corra y para potenciar su mejor virtud, el ataque.

En el tercer juego, ante Nueva Zelanda, el técnico apostó por un 4-3-3 flexible, con Ignacio Miramón como comodín para defender como lateral derecho y para construir como mediocampista. Así, el equipo osciló entre el mencionado 4-3-3 y un 3-2-4-1, con Luka Romero y Gino Infantino como conductores por el centro del campo.

Temperamental como jugador, Mascherano evita la grandilocuencia como líder de los chicos Sub 20. Foto: Juano Tesone.

Temperamental como jugador, Mascherano evita la grandilocuencia como líder de los chicos Sub 20. Foto: Juano Tesone.
«El partido ante Nueva Zelanda nos dio la posibilidad de jugar con 3 centrales y 2 volantes, que nos parecía que eran suficientes para defender. Esa disposición provocó que pudiéramos usar a los dos extremos para generar amplitud y luego poblar el ataque por dentro. Después, Ignacio Miramón nos dio una mano grandísima defendiendo como lateral. Sinceramente, lo practicamos solo una vez. Por eso digo que es todo de los jugadores, de su inteligencia, de su intuición. Nosotros proponemos, pero el futbolista es el que toma decisiones, es el tiene que entender los movimientos adentro de la cancha», le explicó Mascherano a Clarín.

Y agregó: «En una competición como esta, uno tiene que ir cambiando de acuerdo al rival. Entonces, bienvenido sea el buen nivel de los chicos. Cuanto más alto sea el rendimiento individual, más se va a elevar el nivel del equipo. Eso me va a traer un problema a la hora de elegir a los titulares, aunque lo voy a hacer con la certeza de que cualquiera lo hará bien».

A Mascherano también le hizo bien sentir el calor del público en Santiago del Estero y San Juan. Lejos de las críticas, suele ser el más ovacionado en los estadios. «Que de la mano/de Mascherano/todos la vuelta vamos a dar», se cantó en el Bicentenario. «Escuché el cántico, pero hay que tomarlo con mucha tranquilidad. Hay que enfocarse en lo que viene y seguir por el mismo camino», cerró Mascherano.

San Juan. Enviado Especial.  

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