La volatilidad del dólar no solo dejó en evidencia un drástico giro en el discurso del Gobierno -que ahora celebra la recuperación de la competitividad– sino que, de a poco, se empieza a reinstalar el debate sobre si el techo de la banda de flotación seguirá vigente tras las elecciones de octubre.
Había una época en la que Toto Caputo se enojaba si le hablaban de atraso cambiario. Parece que hubiesen pasado siglos, pero fue hace apenas un mes cuando desafío a los críticos a que no se perdieran la oportunidad de comprar dólares. Y, además, dijo que gracias a que los países vecinos habían revaluado sus monedas, la economía argentina había recuperado competitividad.
Un mes después, quienes siguieron su consejo tuvieron una ganancia de 12%, y Caputo no solo no se enoja, sino que celebra el hecho de que el tipo de cambio “flotante” haya subido sin que se produjera un contagio a los precios.
Pero acaso lo más elocuente es que hace poco más de una semana se conoció un reporte del Fondo Monetario Internacional, en el que se enfatizó que las reservas siguen en un nivel “críticamente bajo”, que el déficit de la cuenta corriente sí es un problema para Argentina y que el tipo de cambio sigue necesitando un ajuste al alza. Es decir, todo lo que contrario a lo que se argumentaba desde el gobierno.
En aquel momento, el Gobierno le restó trascendencia al reporte, e incluso hubo funcionarios que dijeron que apenas representaba la opinión de algunos analistas pero que no podía tomarse como la opinión oficial del Fondo.
Sin embargo, si se miran los hechos y no los discursos, se puede concluir que Caputo y su equipo decidieron no tomarse a la ligera las críticas del FMI. Una prueba elocuente de ello es la acelerada suba del dólar luego de que se hizo evidente el alto costo de ponerle un techo en $1.300.
Dólar: un giro en el discurso
Es cierto que el Gobierno trató de atenuarla por la vía de intervenir en el mercado de futuros -de forma que las inversiones en títulos en pesos siguieran siendo rentables-, pero se dejó entrever cierto pragmatismo -o resignación- en cuanto al aspecto cambiario.
El día en que se conoció aquel reporte, el dólar mayorista cotizaba a $1.260. Desde entonces, se lo dejó deslizar un 9%. Y uno de los puntos en que el informe del FMI ponía énfasis era en la necesidad de permitir un mayor “price descovery”, es decir, una flotación que permita que sea el mercado el que determine en qué punto está el tipo de cambio de equilibrio.
En fuerte contraste con las recomendaciones que se le hacían a Argentina, el mismo reporte, en el capítulo dedicado a Brasil, que tuvo el año pasado una devaluación del real de 4,2%. “El tipo de cambio flexible ha sido un importante absorbedor de shocks externos”, elogiaba el FMI al equipo económico de Lula, que también consideró positivo el hecho de que haya habido intervenciones oficiales para reducir una volatilidad excesiva -operaciones que tuvieron un costo de u$s25.000 millones en las reservas-.
En cambio, a la hora de revisar la situación argentina, hay un recordatorio de que no hubo una mejora real del tipo de cambio respecto de aquel que el propio FMI había juzgado sobreapreciado. Y recordó que no se estaba cumpliendo el cometido principal del nuevo régimen de flotación entre bandas, que era la acumulación de reservas en cantidad suficiente como para poder saldar los vencimientos financieros.
No por casualidad, Caputo reivindicó públicamente en las últimas horas que había comprado u$s1.500 millones en el lapso de dos semanas. Y, en cuanto al tipo de cambio real, destacó que está levemente más alto que el que regía en enero de 2016, tras la salida del cepo con la que se inauguró la gestión Macri.
Más cerca del “dólar FMI”
¿Significa esto que está contento el FMI y que ya no presionará a Caputo por el tema dólar? No todavía. En su informe, el organismo recordó su diagnóstico en el sentido de que, a fines de 2024, el peso había llegado a un nivel de sobrevaluación de un 20%. En ese momento -el de mayor retraso cambiario, por el efecto del blanqueo de capitales-, el dólar cotizaba a $1.053.
Es decir, según el FMI debería estar a $1.263, una postura que chocaba de frente con el discurso de Javier Milei, quien afirmaba que en el nuevo contexto de superávit fiscal del país, había condiciones para el tipo de cambio cayera hasta un nivel de $800. Era la época en que publicaba artículos quejándose contra los “econochantas” que insistían con “el disco rayado del atraso cambiario”.
Dado que la inflación acumulada en el año es de 17%, para que el tipo de cambio pedido por el Fondo se mantenga en términos reales, eso implicaría hoy un dólar de $1.477. Es decir, la cotización sugerida por el FMI todavía está por encima de la que rige en el mercado, pero achicó el margen notablemente: ahora está un 7,5% por encima y no un 20% como a fines de 2024.
Claro que hoy ese “dólar FMI” de $1.477 es solo una referencia teórica y no una recomendación oficial, dado que estaría superando el techo de la banda de flotación que el mismo organismo avaló. Aquel nivel máximo -en el que el BCRA empieza a vender divisas para defender la cotización- arrancó en abril en $1.400 y se incrementa a un ritmo de 1% mensual, por lo que hoy se ubica en $1.443.
El cierre de la semana lo deja a apenas 5% del techo de la banda. Y uno de los grandes interrogantes del mercado es si realmente tocará ese nivel antes de las elecciones y será necesaria la intervención del BCRA o si, antes del techo, aparecerá oferta de divisas del sector privado que se tiente con las tasas de interés en pesos.
Lo cierto es que hay inversiones que ya muestran para después de las elecciones un tipo de cambio implícito superior al techo de la banda, lo cual reinstaló el debate respecto de si el actual esquema cambiario será sostenible o si habrá un cambio de política post elecciones.
Corrigiendo el déficit corriente
En todo caso, si algo para celebrar tiene Caputo en un contexto de volatilidad cambiaria es el hecho de que atenuará los grandes problemas que se evidenciaron en los últimos meses: un superávit comercial cada vez menor, un déficit de cuenta corriente que apunta a 2% del PBI y una ola de compra de billetes por parte de los ahorristas.
En junio los minoristas adquirieron dólares por u$s4.357 millones, contando las compras netas de billetes en los bancos por u$s2.020 millones y otras salidas netas de divisas por u$s2.308. La cifra implica una suba de 25% respecto de mayo -el primer mes completo sin controles cambiarios-, que a su vez había sido superior en 59% a abril.
Además, hubo una salida neta de divisas por u$s863 millones por el concepto de turismo y compras en el exterior con tarjeta. Es algo que, en teoría, debería atenuarse con un dólar que cotiza ahora un 15% más alto que en junio.
El reporte del FMI, contrariando también el discurso del gobierno -que afirmaba que el déficit de la cuenta corriente era un síntoma positivo porque implicaba que la economía en crecimiento requería muchas importaciones- había sugerido que, considerando su débil cobertura de reservas y sus dificultades de acceso al mercado financiero internacional, Argentina debería contar con un superávit de cuenta corriente de 1,4% del PBI, como forma de evitar eventuales turbulencias. Es decir, una forma indirecta de recomendar un dólar todavía más alto.
Hablando en plata, el superávit de cuenta corriente que sugiere el FMI se ubicaría en torno de u$s10.000 millones, mientras que en la primera mitad del año se acumuló un rojo de más de u$s2.000 millones.