En plena escalada represiva contra inmigrantes, Los Ángeles vive días de miedo y tensión, marcados por operativos con tácticas militares que afectan incluso a ciudadanos estadounidenses.
Para hablar sobre este tema, Canal E se comunicó con el periodista Henrik Rehbinder, quien comentó que, “estas tres semanas han sido un infierno acá”, sobre la oleada de redadas en barrios inmigrantes. Y agregó: “Ves camionetas sin patente, con gente enmascarada, armada hasta los dientes, que detiene a personas en cualquier lugar”.
La situación, dice, recuerda “una época infame en Argentina, cuando había autos sin patente y gente vestida de civil que se llevaba personas sin dejar rastro”. Ahora, quienes son detenidos “pueden terminar en El Salvador, Libia o Sudán”, advierte. La deportación dejó de tener destino claro: “te ponen en un avión y no sabés si vas a ir a cualquier lugar del mundo”.
Impacto en la vida cotidiana
El miedo paraliza a comunidades enteras. “Las calles están vacías, hay comercios cerrados, y el efecto económico es severo”, afirma Rehbinder. En áreas rurales, la cosecha peligra por la falta de trabajadores inmigrantes.
El periodista cuenta casos concretos, como el de dos jardineros detenidos en plena jornada laboral: “La máquina de cortar césped seguía andando, las llaves estaban en la camioneta… y ellos desaparecidos”. La detención indiscriminada incluye a personas con vínculos sólidos con EE.UU.: “Era el padre de tres infantes de marina. No puede ser más americano, pero lo golpearon por ser indocumentado”.
Perfiles raciales y vigilancia extrema
Rehbinder denuncia que se están usando métodos de vigilancia invasivos: “se compra bancos de datos antes protegidos por la privacidad”, incluyendo “consumos de gas, pagos de impuestos y hasta patrones de comportamiento para anticipar delitos”.
Estas acciones, dice, implican un giro autoritario: “Te piden papeles por la cara, eso está prohibido, pero ocurre todos los días”. La práctica de “la aportación de rostro”, la identificación por perfil racial, se ha vuelto rutina.
Una política sin frenos
La administración Trump lidera esta ofensiva con respaldo militar. Rehbinder lo sintetiza con crudeza: “Se están haciendo negocios con países como El Salvador para retener migrantes a cambio de dinero”. Según explica, se paga hasta “$50 diarios por cada persona detenida”, convirtiendo la privación de libertad en un modelo de negocio.
“Lo que se vive hoy acá no se vivió nunca”, afirma. Y advierte que no sólo se detiene a indocumentados, sino también a ciudadanos: “Se llevan americanos y los liberan después, si encuentran los papeles”. Incluso políticos demócratas han sido procesados “por intentar proteger a un inmigrante o interrumpir un operativo”.
La ignorancia como arma
El discurso oficial se apoya en el desconocimiento: “Se muestra un capturado que era violador y se generaliza que el 80% de los inmigrantes son delincuentes, lo cual no es cierto”, sostiene Rehbinder. La desinformación cala hondo especialmente en zonas sin contacto directo con comunidades migrantes.
“Estados Unidos está acostumbrado a estigmatizar: ya lo hizo con las armas de destrucción masiva, ahora lo hace con los inmigrantes”, dice con firmeza. Aun quienes tienen procesos de regularización en curso son arrestados al salir de citas judiciales: “Van al juez, les dan una extensión, y los captura inmigración en la puerta”.
El silencio del otro Estados Unidos
Consultado sobre las posibilidades de cambio, Rehbinder mencionó: “El Estados Unidos sin Trump está desarmado, no tiene una respuesta coherente”. Mientras tanto, la administración republicana domina el debate público, instalando miedo y justificando los excesos con supuestos ataques a los agentes.
“El ataque es tocarlo, es hablarle, es filmarlo”, explica. Bajo esta lógica, se persigue incluso a quienes se quejan. La militarización avanza sin tregua. Para Rehbinder, “hay gente que vino a este país porque estas cosas no pasaban… y ahora están ocurriendo aquí”.