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El futuro, la macroeconomía y el desarrollo

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Por

Julio César Crivelli

​Abogado. Ex presidente de la Cámara Argentina de la Construcción. Presidente de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes

El presente comentario es una modesta contribución relacionada con el desarrollo de nuestro país. Argentina ha llegado a una situación crítica en todos los órdenes de la vida social y económica. No es necesario recordar aquí los índices que dan cuenta de nuestra situación de extrema decadencia.

Hasta hoy, hemos generado un macro-Estado, un verdadero Ogro Filantrópico, que como un vampiro se chupa la capacidad de inversión de los argentinos y atemoriza a los extranjeros, generando esas crisis macroeconómicas tan dramáticas como periódicas. La inversión ha sido bajísima durante las últimas décadas. La pobreza es estructural.

De la pobreza estructural, surge el macro-Estado que debe hacerse cargo de las consecuencias, con asistencialismo, con altos impuestos, con deuda pública y con inflación que son los tres peores enemigos de la inversión. Si la inversión es baja, su correlato, la creación de empleo es muy baja. Y si no hay creación de empleo, la pobreza está a la vuelta de la esquina.

Poca inversión – poco empleo – mucha pobreza.

Ésa es la ecuación del fracaso que debemos quebrar.

Para eso se requiere un Plan de Desarrollo.

El sistema político no parece tener interés en realizar una planificación para el desarrollo.

La mejor demostración de la decadencia política es la persistencia en seguir con la misma estructura, que profundiza los mismos defectos y dramas sociales, la imposibilidad de crecer y la pobreza estructural.

Frente al fracaso hay dos posiciones opuestas, que tienen en común que las “soluciones” que proponen son estrictamente macroeconómicas.

En general y en muy apretada síntesis, los macroeconomistas creen que recreando los equilibrios macro, volverá la inversión y el empleo, lo cual es verdadero como apotegma.

Metodológicamente tienen dos posturas frente a nuestra decadencia:

a) Hay un grupo los “progresistas” (en realidad “conservadores”): creen en los controles de precios y salarios, aumentar la presión tributaria.

El verbo es “redistribuir” o sea, corregir la errónea distribución espontánea del mercado, con controles, impuestos y subsidios. Para los “progresistas” la riqueza está, sólo es cuestión de redistribuirla.

El Estado es el verdadero protagonista de la inversión.

El fracaso del dirigismo económico está a la vista.

Es el camino de la Argentina de las últimas ocho décadas, con los resultados a la vista.

b) Quienes creen en la libertad económica piensan que la pobreza estructural se combate con mercado libre y equilibrios monetarios que provocarán la estabilidad y por consecuencia la inversión doméstica y externa, la creación de empleo y el fin de la pobreza estructural.

Coincidimos con estas ideas. El desafío es su aplicación en un país con 45% de pobres e indigentes.

El deseado equilibrio macroeconómico sólo puede obtenerse a partir de la cesación de la inflación y la baja de impuestos, con lo cual los subsidios a la pobreza, el gasto social, se vuelve imposible.

Creemos que los equilibrios macro son un efecto y no una causa en economías de pobreza estructural. Si no producimos más no habrá más empleo, persistirá la pobreza y el imprescindible gasto social que se financiará con emisión o con deuda.

Por ahora los equilibrios macro son pura ilusión.

Primero hay que producir más, mucho más, y después como consecuencia, tendremos el equilibrio, porque lo grave es que en nuestro país casi no se invierte y falta empleo.

Mientras tanto intentaremos sostener los equilibrios macro lo mejor posible, seguramente de modo deficitario, defectuoso.

1. Un nuevo Plan de desarrollo

Una vez más Argentina ha sido privilegiada con una oportunidad: Vaca Muerta y el litio.

Los dos activos equilibrarán nuestro balance comercial y generarán un importante flujo positivo en el balance fiscal.

Tuvimos una oportunidad con el valor de la soja hace veinte años.

Pero los excedentes de la soja no se usaron para estimular la inversión privada: se usaron para agrandar aún más el Estado. Como no creció la inversión ni el empleo, con el mismo flujo de la soja se financiaron infinidad de planes sociales.

La pregunta es qué vamos a hacer con este nuevo flujo financiero positivo: ¿repetiremos el “episodio soja”?

Si lo que queremos todos es la inversión y desarrollo que esos flujos positivos permiten, es imprescindible un Plan de reestructuración del Estado y un Plan de Desarrollo.

Lo primero es entender que la pobreza sólo disminuye con empleo. Y el empleo sólo se crea con inversión privada.

La inversión en Empresas de Estado ha fracasado siempre creando “monstruos” deficitarios.

La Argentina debe multiplicar su producción agropecuaria recuperar los mercados perdidos, desarrollar la agroindustria y las industrias en las que sea competitiva, promover la extracción e industrialización de sus minerales y el desarrollo de su riqueza de fuentes de energía, convencionales y no convencionales. Potenciar el desarrollo de sus industrias del conocimiento, favorecer el turismo receptivo y desarrollar todos los servicios comerciales conexos. Y tantas ideas más.

El verbo es producir, no redistribuir.

¿Cómo se alcanzarán los objetivos de inversión? ¿Será posible reducir los impuestos en la misma medida del flujo positivo de Vaca Muerta y del litio, permitiendo así que el sector privado invierta? ¿Qué infraestructura se requiere para crear y/o incrementar la actividad productiva, industrial o comercial? ¿Cómo se racionalizará el estado?

Sin un Plan de Desarrollo es probable que tengamos otro “Plan Soja”.

Estas preguntas hay que responderlas ahora porque en el desarrollo económico reside la esperanza de salir de una vez de este pantano.

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