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La tomatina de Buñol, en imágenes

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Germán Caballero

Actualizado: 28/08/2024 15:34 Ver galería > Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

La tomatiña de Buñol, en imágenes

Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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Una vez el reloj ha marcado las 12 del mediodía, ha volado el primer tomate en las calles de Buñol. La tradicional batalla de la Tomatina había empezado. El ejército formado por participantes de todo el mundo, se contaba por millares y compartían un mismo objetivo: pasarlo bien y disfrutar de la jornada. Y es que a diestro y siniestro se han disparado tomates contagiándose con la risa y exaltación. Poco a poco las calles se han convertido en un hervidero de alegría que se tiñó del característico color rojo de la hortaliza.

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